Me preguntaba a mi misma por qué me presionaba tanto en mis prácticas de observación en secundaria. Reflexionaba sobre las razones que me condujeron a la carrera docente, que no son las más poéticas ni correctas, en fin. Un día comencé mis clases y poco despúes a practicar. Así de pronto me vi lanzada a observar el campo de trabajo. Tuve que quedarme a cargo de algunos grupos, el último día di clases en todos los módulos y abarqué temas de matemáticas.
La experiencia fue sobrecogedora. Hacía mucho tiempo que no me sentía satisfecha conmigo misma. Pero ese viernes en que terminé mi semana de practicas sinceramente me sentí bien, sentí un profundo respeto por la profesión que había elegido desarrollar en mi vida.
Quizá la preparación de los normalístas no es, en general, muy exigente en los fundamentos teóricos; pero es en los salones de clase de las escuelas de práctica, en donde se conoce el verdadero significado de la palabra exigencia.
En ésta profesión los errores se pagan caro, el ser maestro hace al individuo responsable del futuro de mucha gente; basta analizar las tragedias de Pensilvania, Massachusetts, Wisconsin, Minesota...perturbador y triste el destino de los asesinos y de los asesinados.
Yo intento dar lo mejor de mí en ésto, pero uno no nace sabiendo, y como dicen "la práctica hace al maestro".
Ensayo y error, es el nombre del juego. Inevitablemente nos ha tocado jugar al científico loco, y sólo podemos esperar a que nuestros métodos de enseñanza funcionen.
A veces pienso que en lugar de intitularnos como "maestro" bien podrían llamarnos:
"Frankenstein".
